Elaborado por: Massiel Santana, Psicóloga Clínica
El avance de los tiempos no ha podido cambiar la función que desempeña una madre en el sistema familiar. En ella, se alimenta ese bebe que yace en su vientre, y lo sostiene no solo de los nutrientes, sino del amor, del deseo y el cuidado que surge, muchas veces, desde antes de la concepción.
La madre juega un papel muy importante en la vida de todo ser humano; de ella se desprende la construcción de un ser que inicialmente depende por completo de ella, pero que debe proveerle todas las herramientas necesarias para verle crecer y fomentar su independencia.
La mirada sostenida que se desarrolla cuando la madre amamanta al hijo no hacen mas que darle esa seguridad y atención que el niño necesita, despertando sentimientos de sentirse querido y pertenecido en su red de apoyo más importante. Esa mirada, es la que facilita la sabiduría de entender las necesidades y situaciones por las que atraviesan los hijos; a la vez, que ellos se van sintiendo acogidos; además, es la que les hace comprender que existen, favoreciendo el desarrollo de su autoconcepto y autoestima.
El contacto con la piel y el toque suave que brinda la madre, ofrece la oportunidad de experimentar las caricias que permiten que el hijo se sienta sostenido y amado. La expresión y recepción de afecto esta enlazado al recibido por la madre en los primeros años de vida.
La puerta de la socialización, de sentirnos pertenecidos y aceptados en un grupo inicia con la sonrisa y gestos de cariño que brinda mama y que son respondidas por el bebe de la misma manera. Esta retroalimentación afectiva va generando un clima de complicidad y regocijo en el ambiente familiar.
Los hijos van creciendo y le corresponde a la madre ir validando cada experiencia en la que entran en contacto, proveyendo seguridad, confianza y dando cabida a los aprendizajes que se van dando a través de las dificultades y retos que se presentan en el camino.
La maternidad conjuga distintas emociones, pues esta la oportunidad de dar vida, de amar, cuidar, desear y proteger; pero llega el duelo a través de los cambios y el crecimiento que van experimentando los hijos. Se da vida, para dejar ir con todo lo que se ha brindado. Amar es cuidar e inspirar a que los hijos repitan el legado de sostén que solo una madre puede brindar. La maternidad es entrega incondicional, es amor exclusivo y sin igual.
Elaborado por: Massiel Santana
Psicóloga Clínica
Terapeuta Familiar y de Pareja
Terapeuta del Bienestar Emocional
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