Los sondeos a pie de urna dan una amplia victoria al primer ministro en las cuartas elecciones en dos años pero dan 60 escaños a cada bloque
A la espera del recuento final, las cuartas elecciones en menos de dos años en Israel han dado la victoria al primer ministro Benjamin Netanyahu con 31 escaños y una diferencia de 13 sobre el líder del partido centrista Yesh Atid, Yair Lapid y rozaría la mayoría con un bloque derechista y ultraortodoxo.
Tras 12 años en el poder, Benjamín Netanyahu batalla por ser reelegido como primer ministro de Israel. Con el 87% de los votos escrutados, el bloque conservador que lidera suma menos de 61 de los 120 escaños de la Kneset (Parlamento), con el eventual apoyo de un antiguo aliado conservador, mientras la dividida oposición pugna por rebasar la mayoría. A falta de conocer los resultados definitivos de las cuartas legislativas celebradas en dos años, que tardarán en hacerse públicos a causa de las medidas adoptadas por la pandemia, los israelíes parecen haberse decantado por el veterano líder del Likud, tras el éxito de las vacunaciones en el Estado judío, a pesar de encontrarse procesado por corrupción.
Las opciones de que revalide un nuevo mandato se hallan a expensas de un escrutinio oficial que se espera complejo y largo. La Comisión Electoral Central espera facilitar el recuento completo de las papeletas ordinarias a primera hora de la tarde del miércoles, pero quedarán unos 450.000 votos especiales (más del 10% del total) pendientes de examinar. Se trata de los llamados “dobles sobres”: el sufragio de militares, diplomáticos, marinos o presos, a los que en estos comicios se añade el de los enfermos o sometidos a cuarentena por la covid-19. La presidenta de la comisión, Orly Ades, ha advertido de que los resultados oficiales definitivos se harán públicos antes del inicio del sabbat, a primera hora de la tarde del viernes.
Netanyahu se apresuró a proclamar la “enorme victoria de la derecha”, con 31 escaños para su partido, el conservador Likud. Pero para consolidar la mayoría absoluta precisa de los siete u ocho escaños que los sondeos a pie de urna asignan al partido Yamina (derecha radical) del exministro Naftali Bennett. El respaldo al Likud de los dos partidos ultarreligiosos y del de la extrema derecha no supera los 52 diputados, de forma que Bennet tiene la llave de la gobernabilidad en Israel. A cambio podrá exigir ministerios clave para él y su asociada, la exministra Ayelet Shaked.
El líder de Yamina descubrió sus cartas al final de la campaña electoral, cuando anunció que no iba a pactar con el dirigente centrista Yair Lapid, que encabeza con el partido Yesh Atid el bloque de la oposición. En la noche electoral, sin embargo, Bennett no quiso confirmar su voluntad de pactar con Netanyahu y se pronunció por aguardar a los resultados definitivos.
Lapid, líder de la oposición, ha obtenido alrededor de 18 escaños, menos de los que le auguraban los sondeos en campaña. En contrapartida, todas las formaciones políticas opositoras han logrado entrar en la Cámara, aunque debilitadas por la fragmentación del voto anti Netanyahu. El partido islamista Raam (Lista Unida Árabe) ha superado por poco el listón mínimo del 3,25% de los votos nacionales tras romper con sus aliados de la Lista Conjunta árabe. La participación en las zonas árabes del norte del país cayó por debajo de la media nacional. El líder de Raam, Mansur Abbas, ha anunciado este miércoles que pactará con el bloque que más inversiones públicas aporte a la comunidad árabe, que representa a un 20% de la población israelí, empobrecida y azotada por la inseguridad.
En un vuelco sin precedentes, la alianza centrista Azul y Blanco del ministro de Defensa, Benny Gantz, quien hace un año, en los terceros comicios de la serie, era el líder de la oposición con 31 escaños que retaba cara a cara a Netanyahu, ha estado a punto de desaparecer de la escena política, y ha visto reducido su apoyo a ocho diputados.
El bloque alternativo es una nebulosa de fuerzas de oposición con el respaldo del Partido Laborista y de Meretz. Pero para sumar mayoría de Gobierno necesitará contar con antiguos escuderos del primer ministro, uno de los cuales, Bennett, parece decantarse por el bloque de la derecha.
El populista laico Avigdor Lieberman (Israel Nuestra Casa) fue el primero en romper con Netanyahu y le forzó a repetir los comicios por primera vez en 2019. Después se desmarcó en las segundas legislativas el radical de derechas Bennett, aunque ahora se aleja de la oposición, y tras las terceras elecciones salió del Likud el conservador Gideon Saar (Nueva Esperanza), quien se había atrevido a retar en unas primarias internas al líder del partido.
Las calles comerciales y las terrazas de los cafés estuvieron abarrotadas en Jerusalén, en una jornada semifestiva en Israel, mientras los colegios electorales permanecían a media entrada. Muchos votantes se desentendieron de las urnas tras cuatro comicios legislativos en menos de dos años. La participación alcanzó finalmente el 67,2% del censo, más de cuatro puntos menor que en las legislativas celebradas hace ahora un año.