Silvana Fardos renegó de su hijo, acusado de apuñalar al escritor antes de una conferencia en el estado de Nueva York
FAIRVIEW, Nueva Jersey — A Hadi Matar le molestaba que lo presionaran a seguir estudiando. A los 24 años, tenía un trabajo de bajo nivel en una tienda de descuentos, hacía torpes intentos en el boxeo y se enfocaba cada vez más en la religión. Ahora, acusado de intentar matar a una figura notable de la libertad de expresión, Matar ha perdido incluso el apoyo de su madre.
“Hasta aquí llegué con él”, dijo Silvana Fardos en una breve entrevista, en la que renegó de Matar, acusado de apuñalar repetidamente al escritor Salman Rushdie en un osado ataque diurno en un retiro intelectual en el oeste del estado de Nueva York.
Esta semana comenzó a surgir un retrato de Matar que lo perfila como un ermitaño problemático. Fardos dijo que no había hablado con él luego de que fue acusado de intentar matar a Rushdie el viernes. El escritor ha vivido intermitentemente en la clandestinidad desde que, en 1989, el líder supremo de Irán emitió un edicto que pedía su muerte después de la publicación de Los versos satánicos, un libro que provocó la indignación de algunos musulmanes.
Rushdie, que fue apuñalado unas 10 veces, fue hospitalizado con lesiones que sus familiares han dicho que alterarán su vida. Su agente ha comentado que es probable que pierda un ojo.
El FBI, que dirige la investigación, no ha revelado un motivo claro para el ataque. El Ministerio de Relaciones Exteriores iraní culpó esta semana al propio autor y negó su participación.
Pero el martes, mientras los equipos de noticias nacionales e internacionales seguían rondando frente a la casa de Fardos en el norte de Nueva Jersey, ella confirmó que su hijo volvió de un viaje a Oriente Medio en 2018 convertido en otro hombre: aislado y cada vez más centrado en su papel como seguidor del islam.
“No tengo nada que decirle”, dijo Fardos el lunes mientras caminaba rápidamente hacia la casa de ladrillo de dos pisos en Fairview, pidiendo privacidad y con el rostro protegido por una mascarilla, gafas y sombrero.
Los asistentes que acudieron a escuchar el discurso de Rushdie, de 75 años, en la Institución Chautauqua, cerca de Búfalo, sometieron a Matar antes de que fuera detenido.
Matar sigue encarcelado. Su abogado, Nathaniel L. Barone II, presentó una declaración judicial de no culpabilidad en su nombre. Barone, abogado de oficio, dijo que esperaba que un gran jurado analizara los cargos formales contra su cliente en los próximos días.
“En estas situaciones en las que las emociones se disparan, los sentimientos se disparan, es importante que el sistema de justicia penal siga siendo el mejor”, dijo Barone el martes. “Esta es la oportunidad para que Matar reciba todos los beneficios de nuestra Constitución: la presunción de inocencia, el debido proceso, un juicio justo”.
La familia de Matar llegó a Estados Unidos procedente de Líbano y se estableció en California antes de la disolución del matrimonio. El padre de Matar regresó al pueblo de Yaroun. En Nueva Jersey, donde Fardos y sus tres hijos han vivido durante varios años luego de mudarse de California, ya se habían formado opiniones sobre Matar mucho antes de la semana pasada.
Conocidos y familiares describen a un hombre que prefería mantenerse al margen de la vida cotidiana.
“Es el cliché del solitario”, dijo Desmond Boyle, propietario de un pequeño gimnasio tipo garaje donde Matar estaba aprendiendo a boxear.
Matar había trabajado en una tienda de ropa Marshalls antes de su detención, dijo un funcionario de la empresa. Su madre dijo al tabloide británico The Daily Mail, en una entrevista que confirmó el martes, que pasaba meses sin hablar con ella o con sus hermanos. La culpaba de animarlo a enfocarse en los estudios académicos en lugar de los religiosos.
Jorge Diaz dijo que a menudo asistía a la misma clase de las 6:30 p. m. a la que iba Matar en el State of Fitness Boxing Club, un gimnasio en North Bergen, Nueva Jersey, a unos tres kilómetros de la casa de Matar.
“Siempre… así, aislado”, dijo Díaz, de 34 años. “Siempre solo, muy callado”.
A diferencia de la mayoría de los estudiantes principiantes, había llegado en abril dispuesto a matricularse de inmediato, sin antes tomar una clase de muestra como hacen la mayoría de los estudiantes, dijo la gerente del club, Rosaria Calabrese.
Educado y reservado, se mantenía casi totalmente al margen, y rara vez levantaba la voz más allá de un susurro, dijeron varios estudiantes e instructores.
Boyle dijo que se había acercado a Matar al menos dos veces para hablar con él, un esfuerzo que fracasó. Boyle, bombero, dijo que sus décadas como alcohólico en recuperación lo habían hecho especialmente sensible a “trabajar con los que necesitan ayuda”.
“Parecía el día más triste de su vida”, dijo Boyle en una entrevista, “pero llegaba con ese aspecto todos los días”.
“Se nota que creció tranquilo”, añadió. “Tal vez un poco por fuera. Nunca encajó del todo”.
Matar tenía poca experiencia en el boxeo —”dos pies izquierdos”, dijo Boyle— y realizó pocos avances durante las 27 sesiones a las que asistió en el espacio de entrenamiento revestido de ladrillos y lleno de sacos de boxeo que cuelgan del techo.
Tres días antes del ataque había cancelado su suscripción mensual a State of Fitness, un paquete de 158 dólares con clases y tiempo de práctica ilimitados, contó Calabrese.
“Dijo: ‘No puedo volver ahora mismo’”, señaló.