La diabetes es una pandemia mundial que ya cuenta con más de 422 millones de afectados en todo el mundo, con una mortalidad anual de 1,5 millones de personas.
Más del 90% de los casos corresponde a la diabetes tipo 2, también llamada del adulto –suele manifestarse a partir de los 40 años–, y aunque en su desarrollo pueden existir factores genéticos, lo habitual es que el estilo de vida promueva su aparición, concretamente la obesidad y el sobrepeso y el sedentarismo (también influye la edad, la hipertensión arterial o el consumo de alcohol).
Científicos de las universidades de Singapur, Pekín y Nueva Orleans han conseguido establecer una relación entre el peso al nacer y el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en la edad adulta; concretamente, han observado una fuerte correlación entre pesar más de 2.500 g al nacer y tener diabetes en el futuro.
Influencia hormonal
Es conocido que las mujeres que dan a luz bebés grandes, de más de 4 kilos, están más predispuestas a padecer la enfermedad metabólica. Lo que no estaba constatado hasta ahora es que el peso al nacer también influye, pero solo si es mayor de 2,5 kilos, como han comprobado los investigadores después de examinar los datos de 112.736 mujeres y 68.354 hombres incluidos en el Estudio UK Biobank, prospectivo a largo plazo sobre la influencia de los determinantes genéticos y el estilo de vida en enfermedades habituales que debutan a partir de la edad mediana y la vejez.
La razón de esa conexión se encuentra en los niveles del llamado factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), una hormona que afecta al crecimiento infantil y al metabolismo energético en adultos. Específicamente, los investigadores han hallado una asociación inversa entre esa hormona (IGF-1) y el riesgo de diabetes tipo 2 en individuos con un peso al nacer superior a 2,5 kg, pero no en los que pesaron menos de 2,5 kg, un resultado que se ha publicado en el ‘British Medical Journal Open Diabetes’.
Según los autores, “la evidencia es contundente e indica que la susceptibilidad a la diabetes tipo 2 a lo largo de la vida está determinada conjuntamente por factores de riesgo tanto en la vida temprana como en la edad adulta”.
Información valiosa
Los participantes en el estudio tenían edades comprendidas entre 37 y 73 años en el momento del reclutamiento (entre los años 2006 y 2010). Proporcionaron detalles sociales y demográficos, además de información sobre su dieta habitual, consumo de alcohol y tabaco, duración del sueño y actividad física habitual, peso al nacer, tabaquismo materno e historial médico.
Se les tomaron muestras de sangre, orina, saliva y datos antropométricos (estatura, peso, índice de masa corporal, circunferencia cintura-cadera y extremidades). En la sangre se midió el IGF-1, colesterol y triglicéridos, entre otros parámetros. La aparición de diabetes se registró por comunicación de los participantes. Durante los cerca de 10 años de seguimiento, 3.299 personas desarrollaron diabetes tipo 2.
Los participantes con niveles más bajos de la hormona IGF-1 tenían un índice de masa corporal más alto, hipertensión, colesterol elevado, dormían mal y, en definitiva, consideraban que su salud no era buena. Surgió una clara asociación inversa entre los niveles de IGF-1 y la diabetes tipo 2: cuanto menor era el nivel de IGF-1, mayor era el riesgo de diabetes tipo 2.
Sin embargo, al cruzar esa información con el peso al nacer, los investigadores vieron que esa relación solo se establecía en varones que habían pesado más de 2,5 kilos (no se encontró ni en mujeres ni en los que nacieron con un peso menor de 2,5 kilos).
La pregunta es: ¿qué aplicación práctica tienen estos resultados? La respuesta de los científicos es clara: “Nuestros hallazgos destacan la importancia de los factores de riesgo al principio de la vida para desarrollar estrategias preventivas orientadas a modular la hormona IGF-1 y, por tanto, la tendencia a la diabetes tipo 2”.
Una vez más, la ciencia pone de manifiesto la relevancia de adquirir hábitos saludables desde la infancia y mantenerlos a lo largo de los años para prevenir la aparición de trastornos que impactan negativamente en la calidad de vida durante la madurez.