Primera parte: Por Manuel A. Rodríguez
Entonces qué somos? -preguntó él como necesitando una respuesta- pues amantes no creo -definitivamente amantes no, remata ella-. Los amantes conversan después de hacer el amor. Nosotros solo lo hacemos antes, y luego de nos despedimos, por ejemplo. Además, los amantes se protegen mintiendo. Nosotros no mentimos, solo que no decimos la verdad. No es lo mismo.
Estoy de acuerdo -sigue ella-, pienso que esto es diferente. Yo te amo, se que te amo, no puedo explicarlo mejor; tú me amas, cierto? -te amo, responde él-. Pienso en ti todo el tiempo, esto incluso me afecta, pues no logro concentrarme al 100% en nada. ¿Me entiendes? ¿Tú que sientes?
Es recíproco. Pero no creo que estemos enamorados, ¿o sí?! -continúa él sin ella siquiera parpadear-. Naah!, para nada… El enamoramiento es un estado de imbecilidad transitorio, y nosotros estamos muy conscientes y sobrios desde el primer día en esto… Por cierto ¿qué tiempo llevamos? -contando con los dedos ella responde: como tres años ya, wao como pasa el tiempo-.
De algo estoy segura, definitivamente amantes no somos, pero, ojo! tampoco somos un agarre. Digo, así empezamos, así decías tú que esto sería, un agarre, ¿recuerdas? -definitivamente, responde él con un tono más grave de lo normal y mirando al vacío-. Pero no fue, o será que evolucionamos. A ver, los agarres no se dicen estas cosas que nosotros sí, ni van más allá de la química sexual, que también tenemos… esto podrá ser pura pasión, pero nunca ha dejado de ser racional. Como que sentimos en verso y pensamos en prosa, aunque nunca dejamos de comunicarnos con las miradas y entre sonrisas… salvo ahora. -No quiero que esto termine, exclama ella como interrumpiéndose así misma-. Y él le corresponde: nadie lo quiere. Eso tampoco definitivamente somos, algo provisional.
Tras 5 segundos de reflexión silenciosa, como mirando al cielo pero bajo el techo de la habitación, ella cree encontrar la respuesta: somos amigos que hacemos el amor y un poco más. ¿Qué te parece?
Algo así -dice él-… Pero los amigos no se ven a escondidas; no viven en secreto. Nosotros sí. Así que piensa en otra etiqueta…
Entonces esto está mal, será que no debimos llegar tan lejos… -dice ella como afirmando y preguntando a la vez-.
Él interviene eliminando cualquier asomo de preocupación: oye, no hay vuelta atrás -no hay vuelta atrás, repite ella con melodía góspel-, no es algo que decidimos o pudimos prever, quien sabe si entonces enamorados. Pienso que llegamos voluntariamente, pero sin darnos cuenta, solo nos hemos dejado llevar de nuestras almas -ahí es que me matas cuando te sale el poeta!-. Pero es en serio mi amor, ¿Recuerdas? no siempre fuimos esto. Increíble. Pensar que solíamos vernos y no sentir este deseo ni apetencia carnal, despedirnos y no extrañarnos, distanciarnos y no imaginarnos juntos… -Increíble!, repite ella.-
Entonces somos esto y punto. Esto que aún no tiene nombre, y listo.
Exacto! -emocionada desde sus brazos-. Y ambos queriendo como hablar al mismo tiempo, él sube el tono de voz sin dejar de sonreír para decir: somos casi amantes!, como amigos pero distinto. -Jajajaja!, con fuertes carcajadas ella deja claro su punto: es que amantes no me gusta, como que suena feo… pero si me gusta lo de amigos especiales… es que… ay mi negro yo te quiero de verdad -y sin decir más, el abrazo se hace más fuerte-. Y así permanecen unos segundos: ambos a ojos cerrados y como embriagados de felicidad.
Ya se que somos! -retorna él luego de un pikito y también besar ambas mejillas-. Lo que hacemos está mal, diría la mayoría, pero nos resulta valioso y lo seguimos haciendo por egoísmo, o lo que sea que nos mueve; nos queremos, nos amamos, como solo los mejores amigos pueden, pero es un amor prohibido, se supone, pero no deja de gustarnos ni nos aleja, sino lo contrario; nos necesitamos, nos pensamos mejores sabiendo que podemos contar con nosotros, y todo lo anterior es nuestro secreto, entonces… cómplices quizás sea el título que merecemos, cómplices de este amor por nosotros para nosotros. ¿Qué te parece? -termina él preguntando como orgulloso de su razonamiento-.
Solo quiero besarte, -dice ella como consintiendo con caricias todo lo que él dijo antes-. Y no bien en eso, ya decididos a dejar hasta ahí la conversación, el sonido de una alarma de celular siguió a la otra, como diciendo “se acabó el juego! Este mundo se autodestruirá en 3,2,..”. Y así, con un “nos tenemos que ir” recogiendo lo poco que les pertenece sin más palabras, poco tardó la despedida con un seco adiós risueño; él: nos vemos pronto, tan bella!; ella: para la próxima no hablemos tanto y aprovechemos el tiempo! Muah! x 2.
En sus respectivos soliloquios, cada cual por su lado transitando a sus realidades -él, un chofer de Uber y estudiante de Derecho los fines de semana; ella la prestigiosa abogada que el primer y último día que le habló como simple cliente satisfecha, lo convenció de que en esa carrera podría irle mejor-, continúan reflexionando: “entonces ¿qué somos? Porque definitivamente amantes no. Casi-amantes, amigos especiales, o algo así… Es complicado, o parece complicado (que bobo dice él; que vaina dice ella). Pero amantes no, cualquier cosa pero no-amantes, pues podría complicarse más aún… los amantes siempre se complican, y no queremos eso, al menos no para nosotros.”
(Continuará…)