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Quién fue el primer cínico de la historia?

Cuando un día lo reprendieron por masturbarse en el Ágora, replicó: “¡Ojalá el hambre se aliviara tan fácilmente con sólo frotarse el vientre!”.

Platón, el maestro de su maestro Aristóteles, lo describió como un “Sócrates delirante”.

Abundaban historias sobre las excentricidades de ese filósofo que vivía como un vagabundo en las calles de las ciudades griegas, expresando sus pensamientos a menudo con bromas e ironía.

Aseguraba ser más feliz, justo y valiente que cualquier rey, y Alejandro, que ya era rey, lo buscó y lo encontró tumbado al sol.

Cuando le preguntó: “¿Hay algo que pueda concederte?”, el filósofo le respondió: “Puedes hacerte a un lado y dejar de bloquear la luz del sol”.

Según la versión de esta anécdota dada por Plutarco, “Alejandro quedó tan impresionado y admiró tanto la altivez y la grandeza del hombre que no sentía más que desdén por él, que le dijo a sus seguidores, quienes se reían del filósofo mientras se alejaban: ‘Si no fuera Alejandro, desearía ser Diógenes.

Quién fue Diógenes

Diógenes de Sinope era un cínico. De hecho fue el primer cínico, aunque el fundador de la escuela cínica fue su maestro, el filósofo ateniense Antístenes, discípulo de Sócrates.

Pero fue Diógenes el que se ganó el apodo, a veces mentado como insulto, pero que él recibía como halago.

Eso sí: los cínicos ya no son como antes.

Hoy en día, la palabra describe a alguien que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas, según la Real Academia de la Lengua.

Aunque también puede calificar a una persona impúdica y procaz, o desvergonzada y atrevida, lo que se acerca más al significado del término adoptado para nombrar ese movimiento filosófico de la Antigua Grecia.

El origen de ese adjetivo quizás te sorprenda: se deriva de kynes que significa “perro”. ¿Qué tiene que ver el cinismo con los perros?

Ahí es donde entra en juego el inusual comportamiento de Diógenes.

Había nacido a finales del siglo V a.C. y fue desterrado de su nativa Sinope, una colonia jonia del mar Negro, por un asunto algo oscuro que tenía que ver con la falsificación de monedas.

Despojado de todos sus bienes y hasta de su ciudadanía, se declaró cosmopolita y se fue a vagar por las ciudades griegas, viviendo de acuerdo a su creencia de que las convenciones sociales impedían la libertad personal y dificultaban el camino hacia la buena vida.

En un barril

Para él, la riqueza, el privilegio y el poder, convencionalmente signos de una vida exitosa, debían ser despreciados en lugar de admirados.

Una vida exitosa era una vida virtuosa, vivida de acuerdo con la naturaleza, y ese tipo de vida sólo requería las necesidades más básicas.

Así que, en vez de buscar fama y fortuna, o al menos una manera de ganarse la vida para costearse techo y comida, Diógenes hizo de las calles su hogar, durmiendo a la intemperie, a veces en un barril.

Se esforzaba constantemente por una mayor sencillez.

Cuando vio a un niño valiéndose de un trozo de pan para comer lentejas y sus manos para beber agua, dijo: “Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas” y se deshizo de su cuenco y cuchara, lo único que tenía fuera de su bastón y el manto con el que se cubría.

Comía lo que la naturaleza (o las buenas almas) le daba, y hacía todas sus necesidades en público sin un ápice de vergüenza.

Todas.

Cuando un día lo reprendieron por masturbarse en el Ágora, replicó: “¡Ojalá el hambre se aliviara tan fácilmente con sólo frotarse el vientre!”.

Fue por ese estilo de vida que lo empezaron a llamar Diógenes el Kynikós, que quiere decir “parecido a un perro” o “perruno”, y que en español es Diógenes el Cínico.

A él no le disgustó.

Fuente BBC

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